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7 cosas que no sabías sobre la Navidad
Montar el Pesebre, decorar el árbol de Navidad, ir a ver los Pastorets o comer turrones son tradiciones con las que seguro que cumpliremos estas Fiestas. Son costumbres que pasan de generación en generación desde hace mucho tiempo. Pese a tenerlas tan presentes, ¿sabes sus orígenes y por qué han llegado hasta nuestros días? Sigue leyendo un poco más y lo descubrirás.
Los orígenes del Pesebre
Las figuritas del Pesebre son uno de los adornos más vistosos en las decoraciones navideñas. La idea original fue de san Francisco de Asís, fundador de la orden de los franciscanos, tras una peregrinación a Belén en 1220. Impactado por lo que vio en Tierra Santa, quiso recrear con miniaturas las representaciones del nacimiento de Jesús. Con el paso de los siglos, la tradición se fue extendiendo por todo el mundo.
En el caso de la Península Ibérica, esta costumbre vino de la mano de Carlos III cuando accedió al trono español. Conviene recordar que este soberano había sido con anterioridad rey de Nápoles, así que trajo la costumbre de los Pesebres de allí.
El Caganer, una figura muy catalana
Seguimos en el Pesebre, pero para fijarnos en una figurita muy propia de nuestra tradición: el Caganer. De nuevo, viajamos muchos siglos atrás, pero comienza a aparecer con su aspecto habitual (el traje tradicional catalán y la barretina) en los grabados de finales del siglo XVI, en plena época del Barroco. Estas ilustraciones explicaban historias vinculadas a la Navidad y él era uno de los personajes secundarios.
¿Cuál es su simbología? Hoy puede parecernos una figura un tanto escatológica, pero tiene un significado relacionado con la fertilidad de la tierra. Esta se fortalece gracias a las heces de este personaje que actúan como abono natural. Con la implantación de los Pesebres, se convirtió en figurita que, tradicionalmente, también se asoció a la buena suerte durante el siglo XIX.
¿Por qué ponemos un árbol de Navidad?
Más allá del Pesebre, la otra gran decoración por excelencia de la Navidad es el árbol. En este caso se trata de una tradición que el cristianismo adoptó de las culturas paganas del norte y este de Europa. En estos territorios, los árboles se consagraban a las diferentes divinidades de sus panteones.
El cambio de costumbre pagana a cristiana, según un relato de la Iglesia, se produjo en el siglo VIII cuando san Bonifacio taló un roble en Hesse (Alemania) dedicado al dios Thor (la divinidad nórdica del trueno, no el personaje de Marvel). Ante la mirada de los sorprendidos habitantes de la zona, el religioso leyó el Evangelio y ofreció a los lugareños un abeto que simbolizaba la paz y la vida eterna del cristianismo.
La tradición de convertir estos árboles en decoración se sitúa en el siglo XVI. El origen se lo disputan Talin (Estonia) y Riga (Letonia) en los Países Bálticos. Desde allí, se fue extendiendo por diversos países hasta alcanzar prácticamente todo el mundo tres centurias después.
El origen del tió
De una figura pasamos a una tradición también muy propia de Cataluña. El tió tiene unos orígenes que se pierden en el tiempo. Nos podemos remontar siglos y siglos atrás para ver cómo las familias quemaban grandes troncos en la noche de Navidad (o del solsticio de invierno).
Esta costumbre se consideraba una manera de recordar a los familiares fallecidos (las cenizas de la madera se esparcían luego) o una especie de ofrenda para pedir que las cosechas venideras fueran propicias.
La tradición del tió de alimentar el tronco y golpearle para que cague regalos, tal y como la conocemos hoy, comenzó hace unos quinientos años en las pequeñas poblaciones catalanas. Poco a poco, se fue extendiendo hasta llegar a las ciudades y alcanzar una popularidad enorme en el siglo XIX.
¿Qué se celebraba antes de la Navidad?
Como ya sabrás, según la tradición cristiana, en Navidad se celebra el nacimiento de Jesús. Pero ya antes de la implantación de esta religión, muchas culturas y civilizaciones tenían sus propias fiestas en esta época del año. El motivo es que coincide con el solsticio de invierno, que representa el renacimiento del Sol, un acontecimiento muy importante para sociedades basadas en la agricultura.
Si queremos buscar otro referente de la civilización occidental, está la celebración de las Saturnales romanas. Tenían lugar entre el 17 y el 23 de diciembre. Donde también había grandes reuniones familiares (sin faltar la comida abundante) y se hacían regalos.
¿Por qué comemos turrones y barquillos?
El turrón tiene prácticamente una historia diferente por cada una de sus denominaciones de origen más célebres. También hay relatos antiguos que sitúan su origen en las tradiciones reposteras de Al-Ándalus. Incluso hay una leyenda que habla de su creación muy cerca de nosotros.
Esta historia nos sitúa en la Barcelona de 1703, durante una epidemia de peste que asoló la ciudad. Las autoridades quisieron levantar el ánimo de la población, organizaron un concurso entre los pasteleros de la ciudad para que creasen un dulce. El ganador fue Pere Turró que creó las barras que comemos hoy en día en las comidas celebradas durante las fiestas.
Esta versión se considera más bien un relato popular ficticio. Si se busca un origen más histórico, parece que existe cierto consenso en situar el origen de los turrones en el Levante español en Jijona y Alicante, dos de los lugares con más prestigio en la elaboración de estos dulces, y que siguieron la mencionada tradición de la gastronomía árabe en la Península Ibérica.
¿Y los barquillos? Sus orígenes nos llevan a los primeros años del cristianismo, al pan que se repartía en las ceremonias de la eucaristía. Con el paso de los años, y siguiendo la tradición de la repostería de los monasterios. Ya en la Edad Media, se convirtió en un dulce que se vendía en las puertas de las iglesias.
Más tarde, pasó a ser uno de los postres favoritos de los nobles de la época. Por ejemplo, hay constancia que el rey Jaume I el Conquistador ofreció barquillos en una celebración navideña en 1267.
Els Pastorets, de las iglesias a los teatros
Estas funciones navideñas tan entrañables remontan sus orígenes en las representaciones teatrales que se realizaban en la Misa del Gallo durante la Edad Media. La llegada de la Contrarreforma con el Concilio de Trento en el siglo XVI prohibió estas manifestaciones de ocio popular en los lugares de culto católico.
Así que estos espectáculos pasaron a celebrarse en los teatros populares ya en el siglo XIX gozaban de una gran popularidad en Cataluña. El nombre proviene del primer texto que se ha conservado, Los Pastorets de Betlem, de 1887. Hacia el año 1900, muchos escritores ya habían comenzado a adaptar textos para estos espectáculos. Nombres tan destacados como Jacint Verdaguer o Josep Maria Folch i Torres.
Hoy en día pueden verse Pastorets por todas las poblaciones de Cataluña. Algunos que podrás acudir estos días son los de Igualada, Argentona, Cardona o Arenys de Munt. Una buena manera de conocer la tradición navideña en familia.
¡Y si prefieres pesebres vivientes u otras actividades navideñas, aquí encontrarás todo y más para que disfrutes de las fiestas de Navidad, donde quieras y con quien quieras!
Más información:
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